martes, 15 de marzo de 2011

Ricardo Garibay Ortega (1923-1999)


Narrador, periodista de diario y televisión, guionista. Nació en Tulancingo, Hidalgo. Con más de cincuenta años de labor literaria (plasmada en su libro Cómo se gana la vida). Estudió en las facultades de Derecho y de Filosofía y Letras de la UNAM. Multipremiado en México y otros países: Premio Mazatlán 1962, por Beber un cáliz, Premio Nacional de Periodismo, 1987, Prize to the best foreign book published en France, 1975 por La casa que arde de noche y Premio Narrativa de Colima, 1989, por Taíb. Al igual que Juan José Arreola, fue conductor de un programa de televisión: Calidoscopio: Temas de Garibay, donde, sin dar el saludo ni la despedida (siempre fumando), su palabra y gestos severos, imponían y atraían a la vez. Muestra de eso: Homenaje (video).
Cuento corto: La nueva amante (1949), Cuentos (1952), El coronel (1955), Rapsodia para un escándalo (1971), El gobierno del cuerpo (1977), El humito del tren y el humito dormido (1985) y Padecería de espejo (1989); novela: Mazamitla (1955), Beber un cáliz (1962), Bellísima Bahía (1968), La casa que arde de noche (1971, 1986), Par de reyes (1983), Aires de blues (1984), Gamuza (1988), Taíb (1989) y Triste domingo (1991).
Su relación con los textos breves la encontramos, en especial, en sus guiones de cine novelados, prosa característica de frases cortas e intensas y descripciones exactas.
A pesar de su éxito como guionista, pensaba de los escritores en el cine: “son unos lacayos de quien pone los dineros y de quien dirige. No veo un cine donde se busque el arte de la contemplación del ser humano; todavía se busca no perder el dinero entregado para la producción y no tocar determinados tabúes”. Todo esto lo justificaba en su libro Lo que es del César: “Escribir por encargo es escribir de veras, porque de veras el escritor no es más que artesano ni su oficio es más que otro cualquiera. Y cuando por encargo el escritor escribe cine, debe añadir a su literatura el no sé qué que la vuelve literatura para los ojos, veloz como la imagen y robusta como nunca para que la imagen no la devore. Esta teoría se cumple a veces.”



Abismo:
10: CAMPANARIO

La campana enorme. Y el campanero que se afianza sobre el compás de sus piernas y columpia el badajo y booooom. El campanero parece enano. Sobre cúpulas heridas de grietas, vienen los adolescentes.
Cada campanada es explosión de oro ensordecedora. Ríen los adolescentes. Ríe el campanero porque ellos ríen.
Abajo la ciudad. Y lejos los campos. Zenaida tiende el brazo y apunta y grita. Elías no la oye. Grita Zenaida. Elías se asoma a su brazo, a su dedo que apunta. Reverbera el sol allá sobre colinas sin fin. Y CÁMARA se precipita, como si volara hacia el lugar remoto.


Islas:
2: BAJO EL MAR

Bajando. Los brazos pegados al cuerpo, los pies ondulantes, la red flotando alrededor de su cintura. Submarino, el Jüil es casi un pez. Caribe. Bosques de coral. Cavernas. Nada de acá para allá, arrancando de las rocas las ostras, desenterrando de la arena almejas.
Sube sonriendo.
El agua sola, sus estrías de luz, sus soñolientas vegetaciones como eternidad que se mece en silencio.
Viene hacia el fondo el Jüil, explosión callada de burbujas, la red vacía.


14: CALLE

La rueda que dibuja el peso en la mejilla del Jüil.
Un extraño monstruo enano hecho de tripas, tubos, tanques, y pies de niño se aleja tropezando con pescadores y mujeres de anchos y flácidos senos.
La cara del niño, hinchada por el esfuerzo de la marcha y el peso del equipo, pasándose con la lengua, de un lado a otro de la boca, el peso. La cara hace muecas de asco, escupe. La mano mete el peso en la boca.
El monstruo sigue su camino.


Milusos:
3: DENTRO DEL MERCADO

Entre los puestos vaga indeciso y hambreado, desparramando la vista, olisqueando fritangas, contemplando con amorosa pachorra las bandejas de nopales.
Se pasa las manos por la helada frente, al borde del desmayo.
Hacia el fin de la tarde, el mercado en silencio, esta ayudando a lavar vitrinas para vísceras. Lo hace contento, silbando, hablando sin puntos ni comas con el dueño del puesto, que también chambea.
Milusos: Dices la tierra porque tú qui stás, pero la tierra pa qué, dicen que pronto pero pronto es nunca ¿o que sí?, lagrarismo sin máquinas ¿qué? Sin semilla ¿qué? Sin agua ¿qué? ¡Ta carajo! Qui eres gente, allá no, si no eres gente allá ¿pa qué testás allá? Qui ay conducta ay trabajo. Yo a mí no ¿pa qué? Por eso me vine, mejor.
Dueño: túpele, túpele. Deja de hablar.


Una mujer de a seis litros: ABRE A:
l: TRASPATIO

Emerge violentamente la cara de una mujer: ansiosísima boca, puro terror los ojos. Una mano le cae encima y la suma. Jadeos masculinos. Burbujas metálicas en el agua oscura, y en al furiosa mano los cabellos de la mujer se enredan dulcemente.
Pero ella bracea, patalea: logra sacar otra vez la cabeza y grita; está metida en una cuba o tina de madera; se ahoga porque dos hombres se le recargan espantosos. La cuba es pequeña, y tanto que nadie cabría apenas adentro, y el propósito de los hombres resulta incómodo. Uno es más alto y vigoroso que el otro; los dos visten miserablemente; aquel es El Chócoro, calderero interino, este El Cura, cantinero. Ella de llama Serena, y vuelve a gritar.
Chócoro consigue hundirla completamente y gruñe con mucha urgencia: Órale, óraleeé, yastá saliendo lagua.
El cura se agacha, de la cuba resbala el agua, en un silencio terso, de crimen.
Y de pronto brota serena entera, desesperada, brinca, los borrachos ruedan en el lodo, corre por el traspatio hacia la casa, la cubre un fondo deshilachado que se le enrosca en las caderas.
Tras ella aquellos, trastabillando. Por el camino Chócoro coge un garrote. Pero Serena va despavorida, o sea que no hay quien la alcance, y dando un grande y nada femenino bramido azota la puerta de la cocina sala recámara comedor única pieza de la casa, maciza puerta de tranca poblana y llegan ahí los borrachos a estrallarse. Agudísimos alaridos y un portazo más: Serena se ha salvado.

2 comentarios:

lucerobalcazar dijo...

Ricardo Garibay nos dio clases en 1998 en el Taller de Alicia Trueba-Elena Poniatowska...
Alto, rubio, certero, imponía, su voz, sus movimientos, su FIERA INFANCIA Y OTROS AÑOS, nos hermana, a más de cuatro, al Maestro...

Anónimo dijo...

Lo he conocido por sus lecturas. Habia tres: Arreola, Rulfo y él. Su caracter su forma de ver la vida. Le ha quitado. Buena elección rub